Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

¿Gestos de amabilidad o amenazas para nuestros hijos?

amabilidad o amenazas
¿Cómo puede ser que veamos amenazas hacia nuestros hijos en gestos cotidianos y hasta amables?

Te cuento la primera anécdota que me hizo sentir cierta amenaza, que me ha pasado en días cercanos y me dices qué te parece:


El otro día iba en el autobús urbano y mi hija (que entonces tenía 2 años) se había bajado de la silleta, estaba inestable y yo sujetaba la silleta donde iba sentado mi otro hijo. Me faltaban manos para sujetar a la niña y a la silleta.

Así que un señor de unos 70 años le dio la mano a mi hija y le dijo: «ven, que yo te sujeto». Él estaba sentado y sujetó a la nena poniéndola en el hueco de sus piernas. 

Suena raro pero es donde un padre o madre pondría a su  hija para que no se caiga. El señor iba con su mujer y yo me quedé de piedra. No supe qué hacer. Por un lado, se me hacía raro. Por otro, me sentí mal por ver una acción amable como algo «sucio».

Le pregunté al señor si tenían nietos y me estuvo contando entonces batallas de sus 5 nietos, el menor de un año y el mayor de unos 8. El señor era un abuelo habituado a cuidar a sus nietos y supongo que de ahí salió el instinto de ayudarme con mi hija.

¿A ti qué te parece la historia? ¿También se hubieran disparado tus alarmas con un simple gesto de amabilidad hacia tus hijos o es que estoy perdiendo un poco la cordura?

 

Ayer me pasó otra historia parecida también en el autobús urbano.

Mis hijos se sentaron el asiento más cercano al conductor y mi hijo estuvo comentando sobre la puertecita por la que entra el conductor para sentarse en su asiento. Decía que era muy mona porque era muy pequeñita etc.

El conductor se dio cuenta y nos estaba oyendo, se volvió y les ofreció a mis hijos una gominola de una bolsa. 
Le contesté amablemente que gracias, que ya habían comido muchas chuches esa tarde y les dije a ellos que no podían coger. El conductor les insistió unas 4-5 veces pero yo seguí contestando lo mismo.

La realidad es que mis hijos no habían comido ninguna chuche, habían comido un helado. Para ellos eso cuenta como chuche, así que se conformaron. Pero lo cierto es que, si las chuches hubieran sido mías, no me hubiera importado que comieran. 
Sin embargo, como vinieron de un extraño les dije que no…


Y mi tercera historia en la que he sentido a mis hijos amenazados ocurrió en Barcelona

cuando el mayor tenía 4 años y medio, mi hija 3 y yo estaba embarazada.

Fuimos a pasar el puente de mayo a Barcelona y estábamos a las 9:30 de la noche cogiendo un metro para ir al hotel. Mis hijos estaban de pié con nosotros en el andén y la silleta iba cargada de bolsas y mochilas hasta arriba.

Tenía a mi hija, como siempre, jugando entre mis piernas cuando oí una voz con acento extranjero preguntarle desde detrás de mí: «¿Cómo te llamas?». Ella contestó y yo me volví para ver quién era.

Al ver un chico joven que no llegaba a los 30, con la cabeza rapada y una camiseta ajustada. Me sorprendió el perfil tan poco común de persona que habla a los niños en paradas del autobús o tren pero no le dí más importancia.

Al momento vi que empezaba a hablar, en otro idioma con la mujer que tenía al lado, de unos 40 años y con el hombre que estaba al lado de ésta. El mismo perfil de persona. Hombre fuerte, joven, de unos 30, cabeza rapada y camiseta ajustada.

Yo no entendía lo que decían pero dijeron 3 o 4 veces el nombre de mi hija.

Yo pensé que me estaba volviendo una paranoica cuando, de repente, mi hijo mayor (que suele estar despistado jugando) dio la vuelta a la silleta, se colocó delante de mí y tirando de mi pantalón me dijo: «mamá, no me gustan estos señores. Se están riendo de nosotros».

Ahí se me dispararon todas las alarmas. El tren iba a llegar en 2 minutos y me agobié mucho. Las tres personas desconocidas se levantaron y se dispersaron por el andén. La mujer se quedó cerca de nosotros y los dos hombres se desplazaron como tres metros. Uno hacia nuestra derecha y el otro hacia nuestra izquierda.

Le miré a mi marido y le dije: «No me gusta nada ésto. Ata a la niña a la silleta. Es más fácil llevarse un bebé en volandas que una niña atada a una silleta con miles de bultos«.

Mi marido flipaba. No se había enterado de nada.

Le dije: «Hazme caso, por favor. Cuando llegue el tren, hacemos como que vamos a entrar dejando pasar antes a los demás que esperan y en el último momento, nos echamos por atrás y esperamos al siguiente, ¿ok?»

Mi marido flipaba aún más. Pero me hizo caso.

Llegó el tren y yo veía que los tres desconocidos, nos miraban cada uno desde su posición entre la gente en el andén.

Ellos tres entraron cada uno por una puerta al tren y nosotros, en el último momento, antes de entrar, nos echamos para atrás y no entramos.

Cuando se fue el tren, me temblaban las piernas y tenía miedo. 

Sé que no es objetivo. Sé que te pareceré una exagerada pero… ¿Tú qué hubieras hecho?

Y si no era amenaza, ¿Es ese el perfil de desconocido que suele hablar a tus hijas de tres años? ¿Por qué repitieron su nombre varias veces en su conversación? ¿Por qué se dispersaron por el andén para entrar al tren si claramente se conocían? ¿Por qué a mi hijo de 4 años y medio no le gustaron? ¿Por qué?

¿Quizá nos pasamos con las precauciones viendo amenazas potenciales en simples gestos de amabilidad? 


¿Nos hemos vuelto todos unos paranoicos y vemos en los gestos ajenos amenazas constantes?

Mi duda ahora es la siguiente:

Este tipo de acciones no me gustan.

No quiero que extraños toquen a mis hijos.

No quiero, bajo ningún concepto, que extraños les den chuches, comida o bebidas.

Sin embargo, no quiero ser maleducada ni hacer sentir mal a alguien que probablemente, únicamente quiere ayudar a una madre sobrepasada.

¿Cómo consigo frenar ésto con amabilidad y educación? ¿Cómo lo haces tú? ¿Me das alguna idea?

menús infantiles semanales

Yo soy Ana Monente Mozaz (Ana Cestaland), farmacéutica y madre de familia numerosa de tres hijos que me enseñan e inspiran cada día.

Desde 2005 tras el mostrador de mi farmacia en Paseo Anelier 18 en Pamplona ayudando a cuidar y mejorar la salud de nuestros pacientes.

En 2012 creé con mucha ilusión Cestaland (regalos para bebés y embarazads) y este blog Cestaland de maternidad y salud infantil. ¡Bienvenido!

Este blog busca ser una ventana al mundo para dialogar sobre maternidad, crianza, embarazo, parto, bebés. Intentando aportarte consejos útiles y muchos trucos acumulados estos años para ayudarte en el reto que es la gran aventura de la maternidad.

También te puede interesar

8 comentarios

  1. Yo creo que es mejor prevenir que curar y al fin y al cabo, si algo te despierta las alarmas… mejor alejar ese algo de ti o tus hijos…
    Gracias por tu comentario Julia!

  2. Que miedito da… por una parte esta el querrer pensar bien de la gente, pero por otra no hay que descuidar a nuestros peques, que son lo más importante!!!

  3. jeejej te veo un poco exagerada, pero tal vez sea porque yo soy demasiado confianzuda, cualquiera que me pida coger a la niña se la dejo sin problema, aunque no conozca a la persona, y supongo que eso tampoco esta muy bien. Bueno un besito y tomate las cosas con un poquito mas de calma 🙂

    1. Seguramente sí exagero un poco, por eso me sorprendieron a mí misma las alertas que mi cabeza encendió ante gestos tan cotidianos y amables… pero sí creo que hay que ir enseñando desde pequeños a tener cuidado con desconocidos.
      Muchas gracias por tu comentario!!

    2. Liliana, creo que deberías ser un pelín más prudente. Creo que el peligro está más cerca de lo que imaginamos. Mira lo del indeseable de Ciudad Lineal, por ejemplo. Un saludo!!

  4. Muy buen post! A mí tampoco me gusta, y menos cuando son pequeños y meten hasta la cabeza en el capazo para besuquearlos (esto por un tema de higiene). El tema de la comida tampoco me gusta porque les dan pan o chuches sin venir a cuento, si están cerrados se lo pueden comer luego pero no sino te ponen en un compromiso. Creo que además, es una falta de educación ofrecérselos a ellos directamente sin pedirte permiso. Mi hijo pequeño de dos años no toma dulce aún y cuando le ofrecen algo y digo muy amablemente que no y que gracias me miran con sorpresa. A ver, a parte de que puedan ser personas desconocidas, es un tema de respetar los horarios de las comidas o incluso de tener cuidado porque quizá esa golosina no se adecuada y puedan atragantarse. Saludos!

    1. Muchas gracias por el comentario! Y sí… yo creo que con la comida es una pasada la de cosas que se ofrecen y dan a los niños sin pedir consentimiento a los padres. Eso deja de ser una gracia cuando tu hijo es alérgico a algún alimento… Así que, yo tampoco les dejo coger nada a menos que conozca a la persona o se lo estén dando también a sus propios hijos, por ejemplo en el parque unas patatas o algún gusanito.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

cuatro × 2 =

Regalos para bebés y embarazadas